sábado, 1 de marzo de 2008

el viaje sufí


Despues de leer las hazañas... y ya un tanto desesperado, me pregunto si podemos considerar "literatura" a los cuentos de Nasrudín.

Antes de concluir la respuesta obvia, miro los prólogos de Los sufíes y de Aprender a aprender ambos de Idries Shah y me encuentro en uno a Robert Graves y en otro a Doris Lessing. Sin duda que algo de literario debe haber en ellos. Pero siguen siendo un conjunto de cuentecillos más bien poco inteligibles.

Avanzo en la lectura de Aprender… y encuentro lo que parece una respuesta: Son literatura de forma accidental, pero además contienen dimensiones internas.


”…El proceso exige ir más allá de la faz externa de un relato, sin inhibir la capacidad del estudiante para comprender y gozar de su humor u otras características exteriores.”

Cada vez entiendo menos


"Analizar estos cuentos especiales es privarlos de su valor instrumental: desarmar un martillo significaría que éste dejaría de ser un martillo... Estos relatos hay que experimentarlos correctamente. He aquí uno de los pocos que pueden ayudar en esta experiencia, y nada más puede ser dicho sobre el tema: [se trata del cuento titulado] El viaje."

Resulta que llevamos varios años desentrañando o tratando de desentrañar la más variada literatura. Buscando entre los renglones otra vuelta de tuerca que confirme los tres (o los cinco) pies del gato, y cuando por fin nos encontramos con una obra literaria de la que explícitamente se dice que tiene esa dimensión interna, que encierra un secreto invalorable… ¡no entiendo nada!


Por primera vez siento un cierto vértigo ante la tertulia…



leer el cuento EL VIAJE...



EL VIAJE


Un hombre viajaba con un Sufí cuando cayó la noche, y ambos estaban cansados y hambrientos. El maestro pidió comida en una casa humilde, y el morador, un pobre hombre, les dio todo lo que tenía.
A la mañana, el Sufí dijo:
– Dios te bendiga, a ti y a tu casa –y los dos viajeros continuaron su camino.
Luego que hubieron dado unos pocos pasos, el discípulo dijo:
– No hemos, por cierto, recompensado a ese hombre por su generosidad. ¿No podría haberle dado usted algo más que bendiciones?
– Tuvo suficiente; más no sería bueno –dijo el maestro.
Pero el discípulo, de corazón blando, inclinó la cabeza y –con toda la cortesía que podía utilizar– insistió en que “todos están destinados a hacer lo que pueden por los otros…”
– Muy bien –dijo el Sufí–, ahora verás lo que sucede.
Volvió y llamó a su anfitrión diciéndole:
– Hay un tesoro enterrado en tu jardín. Está bajo ese manzano. Excava y prospera.
Continuaron el viaje y vagaron durante un año. Sucedió que pasaron otra vez por el mismo camino, hambrientos y cansados, cuando vieron que la casa ya no estaba allí. Había sido reemplazada por un palacio. El antiguo y amable morador era ahora un gran señor, y todos los habitantes de la región sufrían su tiranía.
– ¿Qué me dices ahora? –preguntó el maestro.
– Comprendo lo sucedido –dijo el discípulo–. Pero si usted sabía lo que sucedería, ¿por qué lo hizo cuando se lo pedí? De hecho, ha provocado que este hombre se convierta en un opresor.
El maestro hizo un gesto con la mano, y su discípulo vio que habían vuelto a las condiciones del año anterior. Ya no había rastros del tirano: estaban contemplando el rostro sonriente del humilde campesino, diciéndoles adiós. Fue en ese momento que el discípulo advirtió que el maestro Sufí se había desvanecido. No volvió a encontrarlo desde entonces, y eso fue hace ya muchos años.


No hay comentarios: