miércoles, 28 de noviembre de 2007

sinceridad en pijama


Desde mi punto de vista este libro no debería figurar en la selecta biblioteca del libro dormido. Entre otras cosas porque incumple una de las normas no escritas del club. No se trata de un “libro dormido”, sino que se encuentra todavía bien despierto entre los más vendidos de las listas de todo el mundo.


Si he de ser sincero conmigo mismo, me resulta difícil tratar según que temas cuando hay un niño por el medio. Además, frente a las expectativas que me crearon las referencias que escuché una tarde en la radio, las recomendaciones de algún amigo y el tiempo que tuve que esperar para leerlo –ya que estaba agotado y se agotaba cada vez– cuando llegó por fin el momento de su lectura me pareció un libro falso, sensiblero e incluso un montaje.


Pero en la idea de ser sincero conmigo mismo, y tratando de moderar ese agudo espíritu crítico que me nubla el juicio en algunas ocasiones, debo reconocer que el libro me ha emocionado, al menos, un poquito. Me ha llevado a rememorar uno de los momentos más oscuros de la historia de nuestro siglo pasado. Me ha hecho reflexionar sobre las causas, espantarme de nuevo, como cada vez que me cruzo con el recuerdo de la Shoá.


Siendo así, el libro cumple con creces los objetivos que el autor se propuso. En sus propias palabras:


“ …me gustaría pensar que es una alegoría, una fábula literaria que puede ser leída por todos los públicos… los supervivientes siempre nos ruegan que no nos olvidemos de los devastadores acontecimientos de aquellos días.” (puedes leer aquí la entrevista completa)

No creo que sea necesario recordar, y menos de manera tan evidente como la que emplea el autor en las decepcionantes cuatro últimas líneas de la novela, que en fondo de la historia de Bruno subyace una alegoría de estos tiempos llenos de cercas y nuevos muros. ¿…o sí?

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