Con una prosa sencilla, que sin duda es lo más complicado de hacer, llega a parecer, tal cual, el diario de un niño; del niño aventurero que todos recordamos haber sido y querido; del niño inconformista y buscador que todos somos.
Fanatismo, prisión, jerarquía militar, roles familiares, amistades, curiosidad, secretos, inocencia..., son el abono donde florecen ideas y sentimientos poco desarrollados: como buen libro no dice, te hace pensar (el famoso "leer entrelineas"). Quiero nombrar dos que me aparecen con fuerza en el libro: La reunión de inocentes y los daños colaterales.
De como se produce esta reunión de inocentes el libro da varios ejemplos y es uno de los motivos por los que merece la pena su lectura, para ver en que momento y con que dulzura se van produciendo algunas de ellas; dice mucho sin palabras, y que tipo de reuniones hay. 
"Daños Colaterales", terrible palabra de dudoso significado; las perdidas nunca son importantes si no son en lo mas íntimo, en lo que amamos, conocemos o tenemos cerca. Si el diezmado es el adversario nos sentimos fuertes, más duros; si el diezmado es nuestro bando más bien preocupados; pero, si las perdidas son personales la tristeza (si nos sentimos culpables) o la rabia (si encontramos otros) nos invade. Nuestra mente pierde el sentido (que posiblemente ya antes no poseíamos) y somos capaces de cualquier locura y de ninguna explicación. Espero que algún día desaparezcan los "siempre inevitables" "daños colaterales".
¿Y si la maldad, sus seguidores y esclavos, sufrieran en si mismos el dolor que causan? ¿cesarían? Posiblemente no; el masoquismo es una forma de lujuriosa locura, un torbellino sin fin. Pero al menos, mientras recogen sus propios despojos del campo de batalla, tienen un tiempo para pensar en lo que ha pasado.
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