viernes, 30 de marzo de 2007

esoterismo en fernando pessoa


Tú, de quien el Sol es sombra
De quien cadáver el mundo
Guía mis pasos, ¡como ensombrece
El sentirse, yermo y profundo!


Presencia anónima y ausente
De quien el alma es el velo
A mis pasos de inconsciente
Da lo consciente que es tuyo!


Para que, pasadas ya eras
De tiempo o alma o razón,
Mis sueños sean esferas
Mi pensamiento visión


22- 07- 1934



     Esto escribía el poeta portugués más grande del siglo XX un año antes de su prematura muerte. Este poema destila una sabiduría profunda, una profunda visión del alma y es como tantos otros escritos de Fernando Pessoa, una bella flor abierta, nacida en la tierra de un conocimiento hermético y teosófico. Expone, como hace Platón, la existencia de un Sol espiritual, el LOGOS, cristalización radiante, suma y síntesis de todos los arquetipos divinos, fuente de toda vida, forma y ley en la naturaleza. Logos del que el Sol es sombra y símbolo. Así como la luz y energía del Sol es quien mantiene todo dinamismo en la naturaleza, y es quien rige la vida de “nuestro” universo; así el Logos o Sol espiritual es el equivalente al Dios de todas las religiones, la causa, fuente y origen de todo movimiento, de toda estructura, de todo número en el Alma de la Naturaleza, a quien los alquimistas y místicos medievales llamaron Anima Mundi. Este Logos es también la fuente de luz espiritual que alimenta y guía el alma en las sendas de la vida. Y como expresa el poeta “la presencia anónima y ausente de quien el alma es el velo”, es decir, el Ser verdadero de quien toda alma es veste de luz y sombras.


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         Fernando Pessoa nació en 1888, el mismo año que vio la luz la obra colosal de H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta. Comenzó a escribir a los cuatro años, recibió de la madre una educación esmeradísima y sus conocimientos de literatura eran tales, que dejó la Universidad a poco de entrar, pues sabía, sin duda, mucho más que sus profesores. Lector insaciable y eruditísimo en cuestiones filosóficas y de letras, diría que sus grandes Maestros eran Shakespeare y Whalt Whitmann. El primero es, para Pessoa quasidivino, un Iniciado en los Misterios, una de las poderosas Esfinges que han trazado el devenir humano. En los apuntes de una obra no concluida, cuyo título dice ya el carácter de la misma, “The Way of the Serpent”, afirmaría que “Shakespeare, desde que la Gran Fraternidad le llamó para sí sin necesidad de hablarle, pudo adquirir aquel dominio de su propia alma que lo irguió, como heraldo de sabiduría, por encima de todos los poetas del mundo; y es por ello que este hombre que no persiguió, sino con la sustancia íntima de su ser, entró en la más íntima, aunque inconciente, posesión de los Mayores Secretos que el buscador Flood o el masón Bacon. En “La Tormenta” están dados misterios más íntimos que en todo Flood, y están expresados con suma belleza, porque tienen el sello de Dios en la Materia, sello que es la misma Belleza”.


         Entre la infinidad de papeles, más de 10.000 manuscritos, que se hallaron en baúl donde Pessoa guardaba todo lo que escribía, a manera de gigantesco diario, encontraron un texto en que de forma un poco teatral e irónica establece un pacto con un tal Jacob Satánas, afirmando para sí mismo una regla de vida. La sinceridad de este escrito está probada por su modus vivendi y es uno de sus primeros escritos ocultistas. Está fechado el 2 de Octubre de 1907 y con el nombre de uno de sus heterónimos, Alexander Search; el poeta tenía entonces 17 años. Dice así:


“Pacto entre Alexander Search, del Infierno, en alguna parte, con Jacob Satanás, Maestro, pero no rey, del mismo sitio.
1-Nunca dejar o retraerse del propósito de hacer el bien a la humanidad.
2-Nunca escribir cosas, sensuales o de otro tipo que puedan ser causa de daño y ofensa a los que las leyeren
3-Nunca olvidar, al atacar la religión en nombre de la verdad, que la religión sólo es sustituida con dificultad y que el pobre ser humano llora en las tinieblas.
4-Nunca olvidar los sufrimientos y las dolencias de los hombres.”

         El sentimiento de lo divino, como una presencia invisible y desconocida, Dios, Cielo, Ser Interior, Yo Divino, -qué importan los nombres, ya que, para lo que está más allá de la comprensión, los nombres son siempre cárceles- comienza a cristalizarse de un modo alquímico en su corazón. Es un sentimiento y un anhelo puro, hecho de una llama pura, como el loto azul de los antiguos egipcios; no contaminado aún por la angustia y el desgarro interior de haber traicionado su propio camino: El Maestro empieza a perfilarse en la luz de su Alma. Entre sus manuscritos, y fechado en el año 1912, se encontró esta oración. Así comienza:


“¡Señor, tú que eres el cielo y la tierra, que eres la vida y la muerte!
¡Tú eres el Sol, tu eres la luna y tu eres el viento!
Tú eres nuestro cuerpo y alma y nuestro amor tú eres también.
Donde nada está tú habitas y donde está todo- (tu templo)- he ahí tu cuerpo.”


         Estos son los años de neopaganismo de Pessoa, de la Sociedad Renascença Portuguesa y de la revista Aguia. Entre fuertes crisis depresivas y una actividad febril iban naciendo y expresándose en su alma convicciones y reconocimientos que no son de esta tierra, sino de un cielo de Ideales sublimes. Sabe ya, tiene una perfecta claridad de qué es su vida, para qué; su alma es alma de poeta y debe, por tanto embellecer, ser, como dirían los Evangelios, la levadura del pan del mundo. Entre sus manuscritos se halló uno fechado en este mismo año de 1907 que confiesa:


“Tengo pensamientos que,
si yo pudiese traerlos a la luz y darles vida,
concederían nueva levedad a las estrellas,
nueva belleza al mundo,
y más amor al corazón de los hombres”


         Su gran problema fue, en estos años y durante toda su vida, una hipersensibilidad y una inestabilidad psicológica que el mismo calificaría de “falta de voluntad” y de “histeroneuroastenia”.


         En 1913 escribe un poema esotérico, Gladio, que luego incluiría en su obra inmortal, Mensagem, con el título de Don Fernando, Infante de Portugal. En él, el poeta descubre su alma juramentada a un Ejército Celeste, es decir como un caballero al servicio de la Voluntad de Dios.


“Me dio Dios su espada, para que yo haga
Su santa guerra.
Me consagró suyo en honra y en desgracia
en las horas en que un frío viento pasa
Por sobre la fría tierra.


Me puso las manos sobre los hombros y me doró
La frente con su mirada;
Y esta fiebre de Más Allá, que me consume,
Y este querer grandeza son su nombre
Dentro de mí vibrando.


Y yo voy, y la luz de la espada en alto da
En mi faz calma.
Lleno de Dios, no temo lo que vendrá
Pues venga lo que viniere, nunca será
Mayor que mi alma.”


         Estaba sin duda Pessoa iniciándose en los Misterios de la Voluntad y de la Madre del Mundo. En 1914 escribe, con el nombre de su heterónimo Álvaro de Campos, uno de los poemas más bellos que jamás se hayan escrito. Dicho poema no será editado hasta después de su muerte, y parece evocar aquí, Pessoa a los místicos órficos que rendían en himnos apasionados culto a la Noche, madre de todos los misterios:


Ven, Noche antiquísima e idéntica,
Noche reina nacida destronada,
Noche igual por dentro al silencio, Noche
Con las estrellas como lentejuelas rápidas
En tu vestido orlado de infinito.
(…)
Ven, solemnísima
Solemnísima y llena
De una oculta voluntad de sollozar,
Tal vez por que el alma es grande y la vida pequeña,
Y no todos los gestos salen de nuestro cuerpo
Y sólo alcanzamos hasta donde nuestro brazo
Y sólo vemos hasta donde llega nuestra mirada.
(…)
Ven, Noche silenciosa y extática,
Ven a envolver en la noche con manto blanco
Mi corazón...
Serenamente como una brisa en la tarde leve,
Tranquilamente con un gesto materno acariciando,
Con las estrellas luciendo en tus manos
Y la luna como máscara misteriosa sobre tu faz.
Todos los sonidos suenan de otra manera
Cuando tú vienes.
Cuando tú entras bajan todas las voces,
Nadie te ve entrar.
Nadie sabe cuando entraste,
Sino de repente, viendo que todo se recoge,
Que todo pierde las aristas y los colores,
Y que en lo alto del cielo aún claramente azul
Ya en creciente nítido, o círculo blanco, o sólo una luz nueva que viene.
¡La luna comienza a ser real!


         En 1915 se produce en él una auténtica revolución espiritual y filosófica al descubrir, “por casualidad” las doctrinas teosóficas y la obra de H.P. Blavatsky. Por primera vez el reencuentro con su propia alma y con todo aquello que había anhelado se verifica. Traduce los textos teosóficos Voz del Silencio, tratado místico que expone el ideal de sacrificio y la Doctrina del Corazón del Budismo Mahayana; Luz en el Sendero, el libro de los Peldaños de Oro para despertar el dios que duerme en cada ser humano; Compendio de Teosofía, de C.W. Leadbeater; Auxiliares Invisibles, la Clarividencia, Los Ideales de la Teosofía, el Mundo Futuro, Conferencias Teosóficas e Introducción al Yoga, todos ellos de Annie Bessant. Estudia la Doctrina Secreta, Isis sin Velo y los distintos escritos de H.P. Blavatsky. Se conoce el efecto que en su alma produjeron dichas obras e ideas, por una carta que escribiera a su alma gemela Mario de Sa Carneiro:

“Me estremeció a un punto que yo habría considerado imposible, tratándose de un sistema religioso. El carácter, extremamente vasto de esta religión-filosofía, la idea de fuerza, de dominio, de conocimiento superior y sobrehumano que rezuman las obras teosóficas me perturbaron por completo. Algo similar me ocurrió, hace ya mucho tiempo con la lectura de un libro inglés sobre los Ritos y los Misterios Rosacruces. La posibilidad de que allí, en la Teosofía, esté la Verdad Real, me aterroriza. No me juzgue camino de la locura. Crea de veras que no lo estoy. Esto es una crisis grave de un espíritu capaz de tener este tipo de crisis. Si consideras que la Teosofía es un sistema ultracristiano, en el sentido de tener dentro de sí los principios cristianos más elevados hasta un punto donde se funden en no se qué Más Allá - Dios, y piensas en lo que hay de fundamentalmente incompatible con mi paganismo esencial, hallarás el primer elemento grave que acrecentó mi crisis. Si después reparas que la Teosofía, ya que admite todas las religiones, tiene un carácter enteramente parecido al paganismo, que también admite en su Panteón todos los dioses, hallarás el segundo elemento de la grave crisis de alma que padezco. La Teosofía me causa pavor por su misterio. Y el horror y la atracción del abismo sentidos en lo más profundo del alma. Un pavor metafísico, mi querido amigo”.
.

         Todo tiembla y cruje dentro y fuera; su madre, víctima de una trombosis queda hemipléjica. Pessoa se halla desesperado.


         Este año es también el año de los dos números de la revista Orpheu, que aunque un desastre económico, causó profunda conmoción en el medio.


         En 1916 inicia el libro “El regreso de los Dioses: Introducción general al neopaganismo portugués”, cuya autoría la atribuirá al heterónimo Antonio Mora.


         La puerta del Templo, la verdadera puerta del Templo se hallaba abierta y la cegadora y benéfica luz inundaba de fuerza el alma del poeta. El destino y sus propios méritos estaban sellando la unión con su Maestro soñado. ¿Qué ocurrió? Nadie lo sabe y no aparece reflejado en sus escritos del Baúl. Como le ocurriera a Hermann Hesse, y también en estos mismos años, algo se quebró. O fue su propia psique, no suficientemente afianzada, que se sintió fascinada por las engañadoras luces de la ilusión, por los poderes psíquicos, por el mediumnismo, por el uso lucrativo de ciencias como la astrología, por la práctica de ceremonias prohibidas. ¿Fue quizás la ingratitud e injusticia que cometió con H.P. B. y la Teosofía, al aceptar sin un juicio sereno toda la basura que se vertió sobre quien había considerado su Maestra? Ingratitud que abrió la puerta de su corazón para que en él entrara el veneno moral. Lo cierto es que en este periodo que va de 1917 a 1919 su alma queda desgarrada, herida y ya no buscará nunca más la unión con el Yo divino, sino más bien la inconciencia y el olvido. Su alma se sumerge en lo ametafísico y lo único que anhela es el descanso, el descanso de la eterna oscuridad. Aún así sigue fiel a principios y nociones de lo que es el verdadero espíritu de la vida. El sabía, sabía y no podía engañarse a sí mismo. La única posibilidad era el descanso, y ante el mundo, la ironía. Este “desasosiego” que desde muy joven inundara su alma adquiere ahora una dimensión fatal. Y sin embargo, ¡qué alma la suya! Aún desgarrada, cuando de nuevo vuelve sobre sí y recupera su naturaleza, ¡qué divinos acordes hace sonar! ¡qué divino, qué inmenso, qué aleccionador su dolor! Sus poemas, que son gritos del alma, cuando no mascaradas de alguno de sus heterónimos, llegan como saetas rectas al corazón humano y al corazón divino, son una oración permanente. Y aún negando y relativizando todo, sigue reconociendo que el hombre que no cree, sintiéndole, en Dios, es un animal. En momentos de verdadera sinceridad, solo ante su alma, reconocerá ante su Maestro, ante su Dios, que ha fallado y que le será preciso intentarlo de nuevo, en otra vida ¡Qué conmovedores, qué terribles estos versos!


Maestro, ¡mi maestro querido!
¡Corazón de mi cuerpo intelectual y entero!
Vida del origen de mi inspiración
Maestro ¿qué he hecho de tí en esta forma de vida?


No cuidaste si morirías o si vivirías, ni de ti ni de nada.
Alma abstracta e visual hasta los huesos,
Atención maravillosa al mundo exterior, siempre múltiple,
Refugio de las melancolías de todos los dioses antiguos,
Espíritu humano de la tierra materna,
Flor encima del diluvio de la inteligencia subjetiva…


Maestro, ¡ mi maestro!
En la angustia de sensaciones de todos los días sentidos
En la pena cotidiana de las matemáticas del ser,
Yo, esclavo de todo como un polvo de todos los vientos,
Levanto las manos hacia tí, que estas lejos, muy lejos de mí!


¡Mi maestro y mi guía!
A quien ninguna cosa hirió, ni dolió, ni perturbó
Seguro como un sol haciendo el día involuntariamente,
Natural como un día que todo lo muestra,
Mi maestro, mi corazón no aprendió tu serenidad.
Mi corazón no aprendió nada.
Mi corazón no es nada.
Mi corazón está perdido.


Maestro, sólo sería como tu si hubiera sido tú.
¡Qué triste la gran hora en que por vez primera te oí!
Después todo es cansancio en este mundo donde se quieren cosas,
Todo es mentira en este mundo donde se piensan cosas,
Todo es otra cosa en este mundo donde todo se siente.
Después he sido como un mendigo dejado al relente
Por la indiferencia de toda la villa.
Después he sido como las hierbas arrancadas,
Y dejadas en haces en alineamientos sin sentido.
Después he sido yo, sin yo, por mi desgracia
Y yo, por mi desgracia no soy yo, ni otro ni nadie
Después, ¿pero por qué me enseñaste la claridad de vista,
Si no me podías enseñar a tener alma con que ver claro?
¿Por qué me llamaste hacia lo alto de los montes
si yo, niño de las ciudades del valle, no sabía respirar?
¿Por qué me diste tu alma si yo no sabía que hacer de ella
como quien está cargado de oro en un desierto
o canta con voz divina entre las ruinas?
¿Por qué me despertaste para la sensación y la nueva alma
Si yo no sabré sentir, si mi alma es desde siempre la mía?

         Momentos terribles, vividos estos años. En 1916, su misma alma gemela, Sa Carneiro sucumbe a la tentación del suicidio; y nuestro poeta queda sumido en la más profunda soledad. Lloraría su muerte con estos versos:


Nunca más, nunca más, y desde que saliste
de esta prisión cerrada que es el mundo
mi corazón late inerte e infecundo
y lo que soy es un sueño que está triste.

         Lo que ocurrió después sí lo sabemos, por una carta que envía a su tía Anica, quien se hallaba, también sumergida en estudios ocultistas. Pessoa afirma haber despertado una visión etérica y astral, realizar fenómenos de mediumnidad y de escritura automática.


“La visión astral es aún muy imperfecta. Pero a veces, por las noches, cierro los ojos y veo una sucesión de pequeños cuadros muy rápidos, muy nítidos (tan nítidos como cualquier cosa del mundo exterior) . Hay figuras extrañas, diseños simbólicos, números (también he visto números). (..) Más allá de esto, ya el mismo despertar de estas facultades está acompañado de una misteriosa sensación de soledad y de abandono que me llena de amargura hasta el fondo del alma. En fin, será lo que tenga que ser”

         Se empeña a fondo en el estudio de las ciencias ocultas, y va penetrando en el laberinto, en lo que el libro Voz del Silencio llamó “segundo vestíbulo”, el vestíbulo de la Instrucción donde el alma halla flores de vida, pero encuentra, detrás de cada flor, una serpiente escondida. El lugar de tránsito del alma donde uno no ha de buscar un Maestro de Engaños, y donde uno debe pasar rápido y concentrado para no caer en la fascinación de sus luces engañadoras.


         Es tal su penetración y asimilación de ideas, que puede dominar los sistemas completos después de meses de estudio; y así realiza estudios de Cábala, de Alquimia, Astrología, Misticismo, Mitología, Magia ceremonial, Matemática y Geometría Sagrada, Simbología, Hermetismo, Gnosis, Masonería y Filosofía y Ritual de los Rosacruces, y se convierte en un verdadero especialista de cada uno de estos temas. Pero le falta la guía del Maestro, el Hilo de Ariadna que permita entrar y salir salvo de este Laberinto y que permita apresar el Alma y no sólo las formas de estos Conocimientos Sagrados. Que le permita no sólo saber, sino también poder dominarse a sí mismo. Sin esa luz mística pronto la atracción fatal por estas ciencias puede convertirse en rechazo e incluso en escepticismo. Oigamos a Pessoa, en su Livro do Desassossego:


Del estudio de la metafísica, (...) pasé a ocupaciones del espíritu más violentas para el equilibrio de mis nervios. Gasté noches pavorosas inclinado sobre volúmenes de místicos y de cabalistas, que nunca tenía la paciencia de leer de todo de otra manera que de un modo intermitente y trémulo (...) Los ritos y las razones de los Rosacruz, el simbolismo (...) de la Cábala y de los Templarios (…), sufrí durante tiempo la proximidad de todo eso. Y llenaron la fiebre de mis días especulaciones venenosas, de la razón demoníaca de la metafísica- la magia (...), la alquimia- extrayendo un falso estímulo vital de la sensación dolorosa y presciente de estar como que siempre a la orilla de saber un misterio supremo.

         En uno de los poemas rosacruces inéditos en vida –es decir, una confesión de su propia alma- expresa las condiciones que debe tener aquel que inicie este camino invisible, y contradictoriamente, describe también la situación en que se halla, perdido y sin rumbo en el laberinto. El Laberinto del Vestíbulo de la Instrucción que estudiamos en el tratado místico “Voz del Silencio”. ¡Qué contradicción entre lo que sabe y siente dentro de sí y la desorientación en que vive y camina su alma! El poema está fechado el 24 de agosto de 1933 y hemos elegido estos dos fragmentos:



Cuantos, con largos estudios y fiel voluntad
Intentan hollar las sendas del Poder,
Sin que sientan una única verdad,
Sin que el espíritu invocado aparezca,
Sin que lo dominen, si aparece,
Sin que sientan, como yo, sobre la cabeza,
La corona de los magos- ah, pero esa,
Si es de gloria en su nítido esplendor
Es de espinas en su íntimo sentido.

         Y el segundo fragmento del mismo poema:


Vi Ángeles, toqué Ángeles, pero no se
Si los Ángeles existen. Así me hallé al fin
De ese camino del que regresé
Y vi que nunca saldré de mí.


         Tampoco sabemos, en la terrible y densa oscuridad que cerca al Aspirante cuando se cierra la puerta del Templo; a qué otros “Maestros”, fuera del Templo, encontró. No evidentemente los bondadosísimos y compasivos que aparecen en las cartas de H.P. Blavatsky. Otros... Tales se perfilan en una carta de Pessoa a su amada Ofelia, a quien después de unos meses de relación sentimental escribe, rompiendo con ella, en Noviembre de 1920.


El amor pasó...Mi destino pertenece a otra Ley, cuya existencia Ofeliña ignora, y está subordinado cada vez más a la obediencia a Maestros que ni permiten ni perdonan...

         En Diciembre de 1929 comienza una relación epistolar con el mago Aleister Crowley, jefe de la Golden Dawn y después de la Fraternidad Mágica Thelema, y conocido en los medios ocultistas con el nombre de “Maestro Therion” . Recibe de él un libro y Pessoa hace una traducción al portugués de su Himno a Pan. En Septiembre de 1930 el mago visita a Pessoa y protagoniza un escándalo en la prensa al desaparecer en los Rochedos de Cascais. En diciembre, y quizás fruto de la relación con el mago, aparece en la revista Presença un poema esotérico de Pessoa, titulado “El Último Sortilegio”. Poema pavoroso, que refleja el ánimo del poeta, que, “aprendiz de brujo” ha penetrado en el reino de la magia ceremonial. Dice que habiendo hecho otrora las evocaciones mágicas y sintiéndose hermanado con todos los poderes de la naturaleza, ahora se halla desnudo y sólo y ya la presencia de la luz celeste no inunda su alma y es por tanto, esclavo de dichas fuerzas “que a la sustancia de las cosas son iguales”.


         Es también este poema una oración para que en una última magia, la de la muerte, su ser se disipe entero y sólo permanezca la voluntad que le ha creado, la Voluntad de su Dios y Maestro interior. Este es quizás uno de los poemas más serenamente desgarrados de Pessoa, en que describe su relación con lo invisible.


EL ULTIMO SORTILEGIO
“Ya repetí el antiguo encantamiento,
Y la gran Diosa, a los ojos se negó.
Ya repetí, en las pausas del amplio viento
Las oraciones cuya alma es un ser fecundo.
Nada me dio el abismo ni el cielo me mostró.
Sólo el viento regresa a donde estoy entera y sola
Y todo duerme en el confuso mundo.


“Otrora mi don mágico hechizaba, las zarzas
Y mi invocación del suelo erguía
Presencias concentradas de las que esparcidas
Duermen en las formas naturales de las cosas.
Otrora mi voz acontecía.
Hadas y elfos, si yo los llamaba, venían.
Y las hojas de la floresta eran lustrosas.


“Mi varita, que por mi voluntad
Hablaba a las existencias esenciales,
Ya no conoce mi realidad.
Ya, si trazo el círculo, no hay nada.
Murmura el viento ajeno extintos ayes,
Y a la luz de la luna que sube detrás de los matorrales
No soy más que los bosques o el camino.


“Ya se me extingue el don con que me amaban.
Ya no me convierto en forma o fin de vida.
A cuantos que, buscándolos, me buscaban.
Ya, playa, el mar de los brazos no me inunda.
Ni ya me veo veo al saludado sol erguida,
O, en éxtasis mágico perdida,
A la luz de la luna, en la boca de la caverna honda.


“Ya las sacras potencias infernales,
Que durmientes sin dioses ni destino,
A la sustancia de las cosas son iguales,
No oyen mi voz o sus nombres.
La música se desprendió de mi himno.
Ya mi furor astral no es divino
Ni mi cuerpo pensado es ya un dios.


“Y las lejanas deidades del funesto pozo,
Que tantas veces, pálida, evoqué
Con la rabia de amar en alborozo,
Sin invocarlas hoy ante mí están.
Como, sin que las amase , las llamé
Ahora, que no amo, las tengo, y se
Que mi vendido ser consumirán.


“Tu, sin embargo, Sol, cuyo oro fue mi presa
Tu, Luna, cuya plata convertí,
Si ya no podéis darme esa belleza
Que tantas veces tuve por querer,
Al menos mi ser finado dividid –
Mi ser esencial se pierde en sí
¡Sólo mi cuerpo sin mi quede alma y ser!


“¡Conviértame mi última magia
En una estatua de mí en cuerpo vivo!
Muera quien soy, pero quien me hizo y tuvo,
Anónima presencia a quien se besa,
Carne de mi abstracto amor cautivo,
Sea la muerte de mi en que revivo;
Y tal como fui, no siendo nada, ¡yo sea!.

         De todas estas corrientes mistéricas, después de la Teosofía, las que más profunda huella dejaron en el alma fueron las doctrinas rosacruces y su místico individualismo. Y también, como iniciación a lo sagrado a través del lenguaje de los símbolos; las doctrinas masónicas y su entonces amplia proyección pedagógica y social.


         Es en los últimos años, años que podemos llamar de “nacionalismo mágico”, que se “inicia” en la Orden Templaria de Portugal, moderna y emotiva mascarada de la otrora viril y mística templaria. A finales del año 1932 escribe un poema que evoca al caballero monje, al templario que vive en su alma. ¿Recuerdos de una vida anterior? ¿Quién puede decirlo? Cuando en sus últimas horas de vida escribió, en inglés: “I know not what tomorrow will bring” no sabía quizás que su alma, liberada de la cárcel de su cuerpo seguiría cabalgando, en la noche, como fiel caballero de su Señor, más allá de la luz de la vida, más allá de las sombras de la muerte.


Del valle a la montaña,
De la montaña al monte,
Caballo de sombra,
Jinete monje,
Por casas, por prados,
Por quinta y fuente,
Camináis aliados.


Del valle a la montaña,
De la montaña al monte,
Caballo de sombra,
Jinete monje,
Por peñascos negros,
Atrás y de frente,
Camináis secretos.


Del valle a la montaña,
De la montaña al monte,
Caballo de sombra,
Jinete monje,
Por llanuras desiertas
Sin tener horizontes,
Camináis libertos.


Del valle a la montaña,
De la montaña al monte,
Caballo de sombra,
Jinete monje,
Por intransitables caminos,
Por ríos sin puente,
Camináis solitarios.


Del valle a la montaña,
De la montaña al monte,
Caballo de sombra,
Jinete monje,
Ya que es sin fin,
Sin nadie que lo cuente,
Camináis en mí.

         Buscando quizás a Aquel que le consagró, en honra y en desgracia, siguiendo aquella luz de aquella espada en alto, que antes diera, en el juramento, en su faz calma


José Carlos Fernández.
revista NOVA ACROPOLE nº 71

1 comentario:

el bibliotecario dijo...

Nuestra más sincera gratitud a J.C. Fernández por habernos permitido la publicación de este fantástico artículo, ... y por todo lo demás