domingo, 11 de febrero de 2007

desde que conocí a Wang-fô


Hace ya algunos años —gracias a una amiga— conocí a Wang-Fô, y quedé fascinado.

Tan fascinado que en una decisión aparentemente absurda, decidí no leer ni una palabra más de un libro del que apenas había leído su primera historia.

Decidí también—a la manera de lo que luego supe eran los hombres libros (ver farenheit 451)— aprenderme de memoria las aventuras del anciano pintor Wang-Fó y su discípulo Ling errando por los caminos del reino de Han. Deseaba hacer mía la extraña belleza de aquella historia, poder disfrutar aquellas palabras simplemente pensando en ellas.

El exquisito color rosa de las manchas de vino esparcidas por los manteles, las ramas de los ciruelos en flor, la mancha escarlata del pavimento de piedra verde… ya forman parte de mis propios recuerdos…


… como el mar inacabado de amplias pinceladas azules, donde una frágil embarcación se aleja poco a poco, dejando tras ella un delgado surco que vuelve a cerrarse sobre el mar inmóvil.

Creo recordar otras historias en las que el protagonista desaparece a la manera de Wu DaoZi que se perdió para siempre en una puerta pintada en uno de sus cuadros.

Una de las cuatro biografías de Hermann Hesse recogidas en Obstinación: escritos autobiográficos termina de la misma manera.

“…Feliz como un niño, me entregaba al juego creativo y pintaba un paisaje en el muro de mi celda. Contenía casi todas las cosas que me habían alegrado en la vida: ríos, montañas, mar y nubes, campesino en la siega y muchas otras cosas bellas que me solazaban. En medio del cuadro avanzaba un tren muy pequeño. Iba hacia una montaña y tenía la cabeza media ya en ella como un gusano en la manzana; la locomotora había entrado en un pequeño túnel de cuya oscura abertura salía humo algodonoso”.

Antes de conocer a Wang-Fô dejaba pasar el tiempo contemplando los tenues colores de las acuarelas de Blake, los atardeceres sombríos de Böcklin o las informes manchas de color de Redon … ahora prefiero perderme mirando las sombras que refleja en la pared la llama de una vela que se extingue, o sintiendo la madera carcomida de un árbol viejo mientras sopla el viento o empapándome de la tristeza del crepúsculo mientras el último sol se refleja en las hojas secas del suelo.



4 comentarios:

Serafín dijo...

Llama la atención la valentía con que defiende sus convicciones, hasta el punto de “sentirse extranjera” en un mundo que ama pero no parece conseguir (y quién lo hace?); luchadora intelectual y pasional, buscadora de la felicidad, tiene experiencias que solo podían tener los hombres su tiempo.
Y de los cuentos me gustaría resumir lo que me llamó la atención, en forma desahogada:
De “Como se salvó Wang-Fo” como la creatividad de la imaginación se frustra en la realidad de las cosas para el que no la vive en su interior y salva al que se entrega a ella.
De “La sonrisa de Marko” como el héroe desnudo de principios y armas soporta el rencor y la venganza pero no es indiferente a la belleza, que le atrae cual tesoro prometido.
De “La leche de la muerta”, como el sacrificio por amor hace milagros y tiene poder sobre la naturaleza.
De “El último amor del príncipe Genghi”, que la ilusión y el agradecimiento amoroso acaba en desesperación si no es reconocido o recompensado.
De “El hombre que amó a las Nereidas” que el arrebato y la fascinación por la belleza lleva a la cegera.
De “Nuestra Señora de las Golondrinas” como los actos de intransigencia por nuestras creencias nos lleva a ofender de las mismas (no comprendemos pero actuamos convencidos)
De “La viuda Afrodisia” como la vergüenza y la culpa es la justicia que en los débiles lleva a la destrucción (de todos fue el que más me conmovió)
En “Kali decapitada” la recomendación de paciencia para el largo infortunio que es la lucha entre espíritu y cuerpo.
En “la tristeza de Cornelius Berg” la amargura que produce el ver y no poder realizar, hasta el punto de no querer entender.
Y todas parecen decir: o amas con ternura o exiges con decepción. Y desde luego son unas historias inquietantes, donde mezcla la sublime e intangible con las cruda y brutal realidad. Sin duda recomendable: hacen pensar.

Anónimo dijo...

A mí Wang-fô ni fu ni fa

Serafín dijo...

A mí ni fu ni fa Wang-fo

Anónimo dijo...

¿kien se mete con juan jo?