jueves, 25 de enero de 2007

las historias de los cuentos orientales

Más conocida por sus novelas Memorias de Adriano y Opus Nigrum, Marguerite Yourcenar nos presenta en sus Cuentos Orientales una colección de pequeñas joyas de extraña belleza aptas para paladares exquisitos.

Para los que quieran degustar solo alguna de las piezas, una breve referencia temática de cada una de ellas.

Los motivos para degustar solo alguna de las deliciosas historias pueden ser varios, y no solo la dulce pereza. Se me ocurren otros dos: El primero no puede ser otro que el tiempo que nos queda hasta la tertulia del sábado. El segundo solo podría ser el deseo de mortificarse, preferir probar solo una gota de este peculiar elixir. Un poco a la manera de nuestro apreciado Sr. Utterson (ver Jekyll y Hyde), que cuando estaba a solas, prefería refrenar su gusto por los vinos añejos bebiendo preferentemente ginebra. No tengo menos que recomendar el disfrute pausado de uno solo de los relatos, antes que la ingesta apresurada de todos ellos.

Cómo se salvo Wang-Fô. Este apólogo taoísta cuenta la historia del anciano pintor Wang-Fô y de su discípulo Ling que ven interrumpido su vagabundear por los caminos del reino de Han, cuando son requeridos por el Hijo del Cielo para realizar un último y definitivo trabajo. Una historia en la que el Arte ejerce como camino para la salvación del alma y del cuerpo, en la que se contraponen la belleza más pura y la decepción de la realidad; el refinamiento de los sentidos y la crueldad más refinada.

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La sonrisa de Marko. Se trata de una recreación de una balada balcánica de la Edad Media que cuenta la historia de este héroe serbio que fue capaz de soportar el más terrible de los suplicios, pero que sucumbió al deseo que se convirtió para él en la tortura más dulce.

La leche de la muerte. Es otra balada de los balcanes que cuenta la terrible leyenda de tres hermanos que construyen una torre desde donde poder vigilar a los bandidos turcos. Para evitar los continuos derrumbes de la edificación recurren a un antiguo saber: un edificio se hunde, por no haber tenido el cuidado de encerrar en sus cimientos a un hombre o a una mujer, cuyo esqueleto lo sostendrá hasta que llegue el día del Juicio Final.

El último amor del príncipe Genghi. Los personajes de este relato están tomados de una antigua novela japonesa. Se trata de la historia de Genghi el resplandeciente, el mayor seductor que jamás se vio en toda Asia, que se enfrenta aquí al momento de reconocer que es forzoso empezar a morir; y de su amante la Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen, que se debate entre el deseo de amar, y el de ser amada.

El hombre que amó a las Nereidas. Narra un antiguo suceso o superstición de las islas griegas. El joven Panegyotis perdió la palabra y el entendimiento cuando a los dieciocho años, en la hora trágica del mediodía, tuvo la desgracia —o la fortuna— de tropezarse con las Nereidas desnudas.

Nuestra señora de las golondrinas. Marguerite Yourcenar nos cuenta en el post-criptum que se trata de una de una fantasía personal sobre el topónimo de una capillita. El monje Therapion, santo varón, después de evangelizar a las momias de Egipto ha llegado a Grecia obedeciendo un sueño. Su misión es ahora la de exorcizar una tierra sometida aún a los sortilegios de Pan, donde persisten todavía peligrosos restos de la raza de los dioses. La santa cruzada se centra en acabar con un grupo de ninfas.

La viuda afrodisia. Esta macabra historia nos presenta a Kostis el Rojo. Un salteador de caminos, ladrón y asesino, que es acosado y abatido, como si de un lobo se tratase, por los habitantes del pueblo, harto ya de sus fechorías. Pero no todos en el pueblo comparten la alegría por el éxito de la cacería. Oculta en su cocina, la viuda del pope al que Kostis había asesinado seis años antes, enjuaga sus lágrimas.

Kali decapitada. Tiene como referente el mito hindú de las cabezas cambiadas. Kali, la terrible diosa, horrible y bella, merodea por las llanuras de la India. Su boca es cálida, pero sus labios no han sonreído jamás y su rostro está eternamente mojado por las lágrimas. Un día, en el linde de un bosque, la diosa se tropieza con el Sabio.

La muerte de Marko Kralievitch. Narra un fragmento de una balada que evoca la misteriosa muerte de este héroe nacional serbio.

La tristeza de Cornelius Berg. Esta historia poco oriental, sirve como contrapunto de cierre a la primera. Como Wang-Fô, el protagonista también es un viejo pintor, que centra su atención en los infinitos rostros de los hombres.

Siguiendo las palabras de la propia autora, hay tres maneras de descifrar el mundo, de enriquecernos respecto del conocimiento: la aventura del viaje, las lecturas y los encuentros con los seres humanos. El próximo sábado nos vemos en la tertulia. Ni siquiera este blog podría substituir ese momento especial de encuentro.

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