sábado, 24 de febrero de 2007

mis estoicos favoritos

Antes de adentrarnos en las peripecias que recoge en su manuscrito el Barón de Teive, me apetece dedicar una mirada a los recios estoicos.
Revisando unos viejos apuntes de filosofía anoto:

“La palabra Estoicismo evoca la idea de una virtud austera y tal vez altiva… Los estoicos hicieron consistir la virtud y la felicidad en la posesión de un alma insensible lo mismo al placer que al dolor, libre de todas las pasiones, superior a todos los temores, no reconociendo otro bien más real que la virtud, ni otro mal que el remordimiento. Creían que el hombre tiene sobrado poder para remontarse a esas alturas con tal de poseer una voluntad firme y constante, y que así, independientemente de la fortuna y dueño siempre de si mismo, llega a ser inaccesible al vicio y a la desgracia”.


Parece sensato afirmar que un pensamiento maduro no debería asentarse sobre aforismos y frases hechas. Sin embargo, sostengo la opinión que las máximas y las citas breves tienen sobre nosotros un efecto similar al de unas velitas colocadas a la orilla del camino en medio de la noche. No iluminan la oscuridad, pero permiten seguir la senda sin despeñarse y guían nuestros pasos.

De mis estoicos favoritos entresaco dos citas que me acompañan desde hace tiempo:

Del esclavo Epícteto el comienzo de su manual:

“Nuestro bien y nuestro mal no existe más que en nuestra voluntad.
De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros y otras no. Dependen de nosotros nuestros juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones y nuestras aversiones: en una palabra, todos nuestros actos.
Las que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes materiales, la reputación, las dignidades y honores: en una palabra, todas aquellas cosas que no entran en el círculo de nuestros propios actos.
Las cosas que dependen de nosotros son libres por su misma naturaleza; nada puede detenerlas ni levantar ante ellas obstáculos. En cambio, las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, sujetas a mil contingencias e inconvenientes y extrañas por completo a nosotros.
No olvides, pues, que si tomas por libres las cosas que por su naturaleza son esclavas, y por tuyas las que dependen de otros, no encontrarás más que obstáculos por doquier; te sentirás turbado y acongojado a cada paso y tu vida será una continua lamentación contra los hombres y los dioses. Por el contrario si no tomas por tuyo sino lo que realmente te pertenece y miras como ajeno lo que pertenece a los demás, nadie podrá obligarte a hacer lo que no quisieres ni impedirte que obres según tu voluntad.”

Del emperador Marco Aurelio:

“Apenas amanezca, piensa todos los días: “Hoy encontraré un indiscreto, un ingrato, un insolente, un embustero, un envidioso, un egoísta”. Los desgraciados que tienen estos defectos es porque no conocen los verdaderos bienes y los verdaderos males. Pero yo, que he aprendido que el bien verdadero consiste en lo que es honesto y que el mal verdadero está en lo vergonzoso; yo, que conozco la naturaleza de quien comete la falta, que sé que es hermano mío, no de sangre y de carne, sino por nuestra común participación en un mismo Espíritu emanado de Dios, no puedo considerarme ofendido por su parte, ya que nada de cuanto hago podría avergonzarme.”


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