martes, 20 de febrero de 2007

la resistencia de Ernesto Sábato





La Loba — inspiradora como siempre aún desde la distancia— nos recomendó hace ya algún tiempo este ejemplo vigoroso de voluntad para dar testimonio. Un análisis más que lucido de nuestra concepción del mundo y de la vida; una advertencia de los peligros que acechan a nuestra cultura y una llamada esperanzada a la resistencia contra la uniformización.

Cuando publicó esta llamada al coraje, Sábato rondaba ya los 90 años. A través de cinco cartas nos conmina a la búsqueda de un nuevo humanismo, a recuperar los afectos y a resistir frente a un mundo que solo aspira a hacer de nosotros un engranaje. Nos apremia a no resignarnos.

Entresaco algunas citas de cada una de las cartas. No tienen la intención ni de resumir ni de resaltar lo fundamental…, más bien se refieren a lo que me ronda por la cabeza estos días.

Primera Carta: Lo pequeño y lo grande.

“Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Les pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.”


“No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí.”


Segunda Carta: Los antiguos valores.

”Hoy no tenemos una narración, un relato que nos una como pueblo, como humanidad, y nos permita trazar las huellas de la historia de la que somos responsables. El proceso de secularización ha pulverizado los ritos milenarios, los relatos cosmogónicos, creencias que fueron tan enraizadas en la humanidad como el reencuentro con los muertos, los poderes sanadores de un bautismo, o el perdón de los pecados.

Como al desmoronarse los cimientos de una casa, las sociedades comienzan a precipitarse cuando sus mitos pierden toda su riqueza y su valor.”


Tercera Carta: Entre el bien y el mal.

“Entre lo que deseamos vivir y el intrascendente ajetreo en que sucede la mayor parte de la vida se abre una cuña en el alma que separa al hombre de la felicidad como al exiliado de su tierra.”


Cuarta Carta: Los valores de la comunidad.

“Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa. Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a sus reclamos. Detesto la resignación que pregonan los conformistas, ya que no es suyo el sacrificio, ni el de su familia.”

Quinta Carta: La resistencia.

“La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de si mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor.”

“El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.”


Epílogo: La decisión y la muerte.

“CADA HORA DEL HOMBRE es un lugar vivo de nuestra existencia que ocurre una sola vez, irremplazable para siempre. Aquí reside la tensión de la vida, su grandeza, la posibilidad de que la inasible fugacidad del tiempo se colme de instantes absolutos, de modo que, al mirar hacia atrás, el largo trayecto se nos aparece como el desgranarse de días sagrados, inscriptos en tiempos o en épocas diferentes.”


A veces necesito sentir desde fuera lo que resuena dentro; sentir que no estamos solos, que hay algo más… Necesito volver a escuchar que todavía hay esperanza y que detrás de las máscaras aún hay personas; que todavía quedan resistentes.

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